Amigos, hoy descorcharía una botella de cava si tuviéramos una en casa. Pero como estamos en crisis, pues va a ser que no. Hacía demasiado que no sufría tanto por el simple hecho de ver a unos coches correr por la televisión. Por primera vez en mucho tiempo, dos carreras realizadas el mismo día han hecho que mi sangre hirviera.
Primero, las 24 horas de Le Mans, la gran carrera en el mundo de la resistencia. Como casi siempre, no ha decepcionado. El hecho de ver a 56 coches de diferentes categorías participar en una competición que maltrata todos los cerebros y materiales posibles es en sí mismo una demostración de lo valiente que puede llegar a ser la persona con tal de llegar a lo más alto. Audi, la gran favorita, ha perdido a dos de sus tres coches en dos accidentes espectaculares que podrían haber sido gravísimos de no ser por las medidas de seguridad.
Después de haber visto más de un fantasma con los impactos de Allan McNish y Mike Rockenfeller, no tenía precio ver la cara de Wolfgang Ullrich, el gran jefe de Audi, cuando André Lotterer cruzaba vencedor por la línea de meta. Y además, después de todo un día corriendo a más de 300 km/h, Lotterer ha ganado por solo 13 (!) segundos. Es prácticamente imposible que dos coches sigan juntos durante un día en una carrera de resistencia, pero esto ha sucedido.
Teniendo en cuenta el desgaste mental que supone perder a dos vehículos por culpa de accidentes perfectamente evitables, yo, que soy más de Peugeot, el rival de Audi, iba con la marca alemana, ya que hoy se lo merecían más que nadie. Por otro lado, el espectáculo ha sido permanente, ya que 28 de los 56, es decir, la mitad de los vehículos, han tenido que retirarse. Es lo que tienen las carreras de resistencia, que miden el aguante de cualquier elemento físico y mental.
Solo cuatro horas después de Le Mans, la Fórmula 1 arrancaba motores en Canadá. Pero la dirección de carrera tenía el día tonto y ha decepcionado en sus decisiones, como la de empezar detrás del coche de seguridad cuando habían caído pequeños chaparrones durante la tarde, haciendo pensar si estaba viendo la Fórmula 1 o un Derby de hípica. La tontería colectiva se ha desvanecido al empezar la acción, hasta que Lewis Hamilton ha intentado adelantar a su compañero Jenson Button por un sitio donde, sencillamente no se podía. Resultado: accidente y Hamilton abandona.
Las carcajadas han venido cuando se ha ordenado suspender la carrera por culpa de la lluvia, que ni mucho menos era tan copiosa como parecía. Dos horas después de todo el paripé, se han reiniciado las hostilidades, con Fernando Alonso estrellándose con el muro por culpa de un incidente desafortunado. Los errores, como se pudo ver en el espectacular vuelo de Nick Heidfeld, que llevaba el alerón delantero colgando, han estado a la orden del día. En un final de infarto, Button ha ido muy rápido con un buen juego de neumáticos y se ha puesto detrás del dominante Sebastian Vettel hasta el alemán que ha cometido un error, demostrando que bajo presión todavía no sabe rendir y cediéndole la victoria en bandeja al británico. Un Button que ha vencido después de parar no una, ni dos, sino SEIS veces, con un "Drive-Through" y un error en la estrategia al principio de la carrera entre sus pasos por boxes.
También se han visto hechos imprevisibles y bonitos de ver, como el cuarto puesto de Michael Schumacher, que ha llegado a rodar segundo; la lucha final entre Kamui Kobayashi y Felipe Massa, que se ha decidido por milésimas en la recta de meta; la octava posición de un Jaime Alguersuari que por fin ha demostrado el potencial que tiene después de un comienzo de temporada difícil; el duodécimo puesto de Pedro de la Rosa, que subió al coche el viernes de forma improvisada e intentando recordar los botones de un volante que no conocía; y la gran actuación de los Hispania, que se han atado los machos y han sido el mejor de los equipos nuevos con diferencia.
En fin, para no extenderme más, que hoy el automovilismo moderno se ha doctorado con creces. Hemos ganado un piloto de carne y hueso, y no otro pijo camuflado de hombrecito que va a 300 km/h, con la actuación de Jenson Button. Hoy se ha diferenciado al hombre de la máquina, representada por un Sebastian Vettel que reflejaba un aspecto un tanto decepcionante a pesar de mantener con solvencia el liderato del mundial, quizá motivado por la amargura de la derrota en la última vuelta. Hoy sí, las páginas web y los redactores del mundo del motor pueden (podemos) estar orgullosos, hemos visto lo que son las carreras: emoción, adelantamientos, sufrimiento, alegría, tristeza y mucha adrenalina corriendo por las venas.
Gracias a todos ellos.
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